domingo, agosto 22, 2004

Sangrando por la herida (o "Cómo ser un verdadero estúpido en tan solo una frase").

No puedo con mi genio. Y no aprehendo. Mis errores me costaron grandes sufrimientos a lo largo de mi vida, y, aunque siempre me repuse, nunca dejé de lamentarme. Pero más duele presenciar ante los propios ojos como un castillo de naipes se desmorona.
Ayer, (u hoy temprano) dije cosas que no debía decir. El impulso ganó a la razón (cosa poco común en mí, fiel racionalista pero de sangre ítalo-alemana finalmente), y embarré la cancha malamente, tiré por la borda lo construído por la magia. E Isa se enojó. Ella no dice lo mismo, pero sé que desde ayer las cosas no son lo mismo, o al menos hoy. Espero que el daño no sea irreparable...aunque a ella no le parezca nada serio, yo vivo enroscado, desesperado, angustiado, taladrándome la cabeza 24/7, espantando mis demonios. Hoy no es igual que ayer.
Pero quiero dejar en claro que el impulso no es infundado, nace desde lo más profundo y doloroso que pueden tener los seres humanos: el temor. En mi caso, nació ante el temor de perder a quien uno encontró (o el destino encontró), ante la amenza (real o ficticia...lo segundo en mi caso) de que se desvanezca el ángel, de que se pierda lo que nunca se tuvo. Malditos demonios, todos míos.
En verdad Isa es importante para mí; no hago más que pensar en ella, obrar por ella, esperar por ella. Isa es especial. Deseo desesperadamente haberle hecho sentir todo esto, aunque más no sea con las limitaciones de las palabras. Te mando besos, y pienso en vos.